17 de octubre de 2014

El Cagaducha

Cada viaje supone un nuevo descubrimiento y cuando eres joven y no has viajado tanto (porque tus años de vida no te lo han permitido), cada descubrimiento es aún más grande. Lo más básico te parece de lo más extravagante, y lo más extravagante te parece... bueno, te parece que no hay palabras para describirlo. Por ello hacen falta nuevos términos que designen todos aquellos elementos que nos resultaban desconocidos hasta que un nuevo lugar los puso frente a nuestras narices.
Es el caso del cagaducha.

La palabra no deja mucho lugar a dudas, pero por si acaso no llegáis a visualizar qué o cómo podría ser un cagaducha, yo os lo explico: es un lugar donde puedes hacer tus necesidades y ducharte al mismo tiempo. Mis amigas y yo descubrimos el cagaducha en la primavera de 2006, durante el viaje de estudios de Bachiller. Habíamos decidido un trayecto la mar de chulo: aterrizábamos en Italia y a partir de ahí hacíamos un recorrido por toda Austria. No está mal, ¿eh? El plan pintaba bien: primera noche en un hotel 3 estrellas para al día siguiente comenzar por Venecia. ¡Qué de glamour!

[Inciso >> Hoy sé que los hoteles y sus estrellas no tienen la misma relación cantidad-calidad en España y en el resto de Europa. Esto es, un hotel 3 estrellas en España es a menudo la monda lironda (sobre todo cuando eres joven y tus expectativas son bajas), mientras que uno de 4 estrellas en Inglaterra puede apestar a coliflor y tener el suelo cubierto por una moqueta con manchas sospechosas. Por aquel entonces para mí 3 estrellas me recordaban a los hoteles a los que a veces fui con mis padres. Pues bien, en Italia nos pasó que ese hotelazo que la guía turística tan bien nos vendió no parecía tener más de 1 o 2 estrellitas. Lo cierto es que nos daba igual (creo, porque fue hace mucho tiempo y no todos los detalles están frescos en mi memoria) y hasta resultó que este hotel fue el origen de interminables risas. <<Fin del inciso]

Vuelvo a la historia: llegamos a Italia, viajecito hasta el hotel, repartición de camas ("yo quiero arriba", "no te muevas mucho que son literas", etc.) y... primera visita al baño. Acto seguido carcajadas y un "¡venid, venid a ver esto!". Allí nos esperaba, tachán tacháaaaan... ¡el CAGADUCHA! Aquel cuarto de baño era tan pequeño que no había espacio suficiente para que el lavabo, la ducha y la taza del váter estuvieran separadas. Qué de risas y qué de poca intimidad. En el cuarto de baño el lavabo quedaba separado de nuestro cagaducha (que casi hasta nos dio pena abandonar a los dos días) por la cortina de la ducha. Así es que a un lado de la cortina teníamos el lavabo y el espejo, y al otro la taza de váter y la ducha. Estos últimos estaban uno enfrente del otro, por lo que el agua de la ducha caía directamente sobre la taza. Hicimos algunas fotos, pero en ninguna se aprecia tal obra maestra, aunque este chico os lo enseña aquí.

Puede parecer cutre, pero pensándolo bien es un gran invento. ¿Lo hicieron por simples cuestiones de falta de espacio? ¿Fue una técnica para ahorrar papel higiénico? (no se necesita si puedes enjabonarte nada más terminar tus cosillas...) Todavía no lo hemos descubierto, pero lo cierto es que esta creación no ha pasado desapercibida y ya se aprecia en muchos sitios de Europa: en París viví dos años con un cuarto de baño que, si bien no era un cagaducha al 100%, se acercaba bastante; y este verano fue gracias a un cagaducha que pude deshacerme del cansancio (y el sudor) de un largo viaje.
Reíos, reíos, pero yo pienso instalar uno en mi casa, ¡no hay nada más práctico que limpiar todo un cuarto de baño con el mango de la ducha!
Y si no puedo tener un cagaducha, ¡optaré por esta taza!

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