20 de junio de 2014

Cuando te vas, ya no vuelves

Hay muchos tipos de viajes.
Están los viajes que todos conocemos: turistas dispersos por el mundo disfrutando de sus vacaciones (15 días en la playa, visitando otro país o aprovechando para estar en contacto con la naturaleza). Estos viajes tienen una fecha, y cuando llega el día, vuelves.
Y después están los otros viajes. Los que "duran". Los que parecen viajes pero no lo son porque el lugar a donde vas será tu casa. Será tu casa durante un mes, un año o una década. Será tu casa "temporal", pero al fin y al cabo será tu casa. Son viajes que "duran" porque independientemente del tiempo que te vayas, van a durar en tu recuerdo, en tu percepción de ver el mundo. De estos "viajes" nunca vuelves.

Cuando te vas de tu "primera casa" por un tiempo (da igual dónde, puede ser a la ciudad vecina o a la otra punta del mundo), vas a cambiar. En ese momento tú no lo sabes y puede que la gente que te rodea tampoco lo sepa. Pero vas a cambiar, y mucho. Adaptarte a nuevas compañías, nuevos retos y, si estás en el extranjero, nueva lengua y nueva cultura es algo que tu forma de ver las cosas no puede ignorar. Da igual que cambies mucho o poco, para mejor o para peor... porque cuando vuelvas a tu primera casa te darás cuenta de que la persona que dejó el nido no va a volver. Porque ya no existe.

Al principio será duro: nadie verá inmediatamente el gran cambio que se ha operado en ti, y tu antiguo "yo" seguirá por ahí pululando y dando guerra por volver a ser como antes. Pero tú no quieres ser como antes porque te gusta la persona en la que te has convertido. O al revés, intentas sacar a flote la persona que eras tras el naufragio que te ha convertido en alguien que no te gusta. Sea como fuere, vuelves a tu primera casa después de "tanto" tiempo y... todo sigue igual. Te parece increíble que la vida de los demás sea la misma de antes cuando la tuya ha cambiado tanto. Te parece increíble que la gente que te rodea tenga una mente tan cerrada cuando se aprende tanto mirándose menos el ombligo e interesándose más por qué hay ahí fuera. Pero si vuelves definitivamente a tu primera casa, terminarás por encontrar un equilibrio entre quién eras y quién eres, los demás terminarán por ver quién eres ahora y dejarán de "presionarte" para que seas quien eras antes. Tan solo dale tiempo al tiempo.

Pero cuando no vuelves a tu primera casa, cuando sigues "viajando" y dejando casas a tu paso, el proceso es un poco distinto. Has cambiado incluso más que la primera vez, has tenido varias casas en los últimos años y has dejado en el camino amigos con los que pensaste que nunca perderías el contacto. Al principio te encanta la sensación: no eres de ninguna parte y a la vez lo eres de todas, tienes amigos en todos los rincones del mundo, has aprendido tanto que sólo puedes pensar en seguir abriéndote (de mente, mal pensados) a nuevas experiencias, culturas y personas, sabes que no volverás a tu primera casa porque hay tanto que ver que una vida no te va a ser suficiente. Es un sentimiento magnífico y te hace capaz de poder con todo. Sientes que te vas a comer el mundo y das gracias por la suerte que tienes de poder vivir una experiencia así. Y es en este punto cuando los nómadas del siglo XXI se dividen en dos grupos: los que siguen así el resto de su vida los nómadas auténticos‒, y los que no.

Por eso si sólo eres un nómada amateur o no has sabido organizarte y guardar un equilibrio, llega un momento en el que te da un bajón. Eres de todas partes pero en realidad no eres de ninguna, y tu sitio está allí donde tú quieras, pero se ha desplazado tantas veces como tú, que ya no sabes dónde quedarte para tenerlo todo; no quieres decir adiós a mucha gente que se te queda en el camino pero tus pasos te han llevado tan lejos que cuesta volver, y tienes que aprender a "dejar ir" contra tu voluntad. Cuando cruzaste el umbral de la puerta de tu primera casa sabías que vivirías en otro lugar, harías otros amigos y tendrías otra "familia", te enamorarías de tu nueva ciudad y aprenderías muchas cosas. Pensabas que te ibas por unos meses pero que un día volverías a tu "verdadero hogar". No sabías que a partir de entonces ya no serías la misma persona. 

Nadie te previno. Nadie te informó de que a partir de entonces querrías estar en todos los sitios al mismo tiempo. Nadie te reveló que tú cambias con cada destino y que no serás la misma persona a medida que te mudes, no serás la misma persona que te unía a tus amigos en otros lugares. Nadie te explicó que, aunque quieras, no puedes volver porque ya no es "tu sitio". Nadie te avisó de que a partir de entonces tu hogar iba a estar esparcido porque te has dejado cachitos del corazón repartidos por todo el mapa. Nadie te advirtió de que tu hogar es tu gente y tus recuerdos, y ahora "tu gente" está por todas partes y te toca elegir por qué punto cardinal te decantas; y tus recuerdos te la van a jugar, porque te acompañarán a cualquier parte y se asegurarán de que siempre "te falte algo".

Nadie te dijo que, si te vas, ya no vuelves.
Pero el viaje merece la pena.

Ellos lo explican mejor que yo:

"El síndrome del eterno viajero es la sensación 
de no estar a gusto en ningún sitio 
porque necesitas estar en otros. 
Es la ansiedad que sientes al pensar 
que nunca serás feliz en un solo lugar. 
Es una enfermedad... que te salva la vida."

http://algoquerecordar.com/posts-destacados-el-sindrome-del-eterno-viajero/

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